domingo, 4 de marzo de 2007

La cigüeña y el niño

Érase que se era, una cigueña huérfana, que tuvo una muerte cruel, apedreada en su propio nido, desfigurándole todo el cuerpo...

Y es que, a los pocos meses de nacer, nadie se quería acercar a ella por el hecho de que no la reconocían como una de las suyas. Un considerable mechón azul sobre su ala izquierda, era la causa del rechazo.

A pesar de ser objeto de burlas, su madre estaba ahí, siempre a su lado, sonriendo a su pequeña, y abrigándola con su cercanía. Pero una de las salidas de la madre, se quedó en eso, en una salida, y la pequeña cigüeña supo, o más bien su instinto le dijo, que nunca más sería abrazada.

Cada hora que pasaba, era una eternidad para la pequeña, que día tras día tenía que sobrevivir. La colonia de cigüeñas en donde había nacido, ya había migrado hacía tres días, dejándola abandonada a su suerte. Ella, voló y voló, hasta llegar a una pequeña playa donde, a parte de rocas, se erguía un viejo y alto puesto de guardacosta, ya en desuso. Era un mástil con escaleras, donde en la parte más alta, se distinguía una pequeña plataforma circular con una barandilla oxidada.

Allí se instaló, y pudo comprobar lo gratificante que era ser acariciada por los suaves y cálidos vientos provenientes del sur.

Su vida se convirtió en rutina. A primera hora de la mañana y a primera de la tarde, se iba de buffet libre por los charcos encerrados entre las rocas. Con suerte, se podía topar con algún pececillo que no era consciente de su destino. En otras ocasiones, trozos de algas y alguna piedra, era lo único que recorría su aparato digestivo.

A mediodía, siempre trataba de adecentar con hojas y ramitas varias, su pequeña morada. Si encontraba algo con colores vivos, lo usaba para decorar su espacio. Y la noche, envolvía de pesadillas a nuestra querida cigüeña, mientras la marea alta de sus lágrimas la inundaban por dentro.

Una mañana, se despertó por un ruído próximo al mástil. Miró hacia abajo, y vio un pequeño ser humano, que por su constitución, debería ser más bien un cachorro. Fue tan grande el susto, que movió su nido, y una de las ramitas cayó delante del niño. Este miró hacia arriba, vio a la cigüeña, abrió la boca de par en par y se fue corriendo.

Al cabo de un cuarto de hora, volvió con una servilleta envuelta entre sus manos. La dejó a varios pasos del mástil, la extendió y se fue.

La cigüeña no sabía qué hacer. ¿Qué era aquello que había en esa especie de "alga" con cuadros azules y negros?, se preguntó. Su curiosidad venció a su miedo, y bajó hasta la roca más próxima a la servilleta del niño, mientras no dejaba de mirar de un lado a otro. De lo primero que se dio cuenta, es de que olía bien. Al principio, picoteó esa extraña alga, pero no fue de su agrado, sin embargo, lo que había encima..., ¡estaba buenísimo! No había comido algo así en su vida.

Varias semanas pasaron, y el niño no faltó a su tarea de llevarle comida a la cigüeña. Y esta, empezó a sentir cierto embrujo por el pequeño animal sin alas que le llevaba alimentos todos los días. Y en uno de ellos, y antes de que el niño extendiera la servilleta, la cigüeña voló a tierra y se quedó a unos cuatro metros de él. El niño se alejó de la comida, pero esta vez no se marchó. Se sentó en una roca, miró al ave y sonrió.

Día tras días, el niño se sentaba más cerca de la comida, hasta que llegó un momento en que, de haberlo querido, habría acariciado a la cigüeña. Para ambos, las sensaciones causadas por la cercanía del otro, eran todas agradables.

La felicidad de aquel niño crecía y crecía por tener un "amigo" que no se burlaba de su físico. La mitad de la cara la tenía quemada debido a un antiguo incendio en su casa, y los dedos de ambas manos, los tenía deformados. Entre ambos, el respeto era total, y las miradas, la mejor conversación. La aceptación del niño por parte de la cigüeña, supuso unos pequeños y suaves picotazos en las manos de él, a modo de saludo. Con el tiempo, el niño llegó a olvidar sus deformaciones, porque a ella, no le importaban. La cigüeña tampoco se avergonzaba de su mechón azul, porque a él, no parecía disgustarle, más bien todo lo contrario.

El día en que murió la cigüeña, como todos los días, el niño fue a visitarla. Pero no fue solo. Tres chicos que solían burlarse de él, le vieron dirigirse a la playa, y se fueron tras él, para divertirse un rato. Y vieron a la cigüeña.

Esa noche, cuando ella dormía, los tres chicos subieron hasta la plataforma, y uno llevaba una bolsa con piedras. El más fuerte, agarró el cuello de la cigüeña, y lo demás, quedará en vuestra imaginación.

Ahora, sin el amor de su querida cigüeña, volvía a sentirse más deformado que nunca.

"La cigüeña y el niño", de Acus.

Este Cuento Ha Sido Fruto De Las Palabras Enviadas Por Brisa Marina Y Por Anduría, Ganadoras Del I Concurso: "¿Quién es?"

17 comentarios:

Garbanzos dijo...

a mi me ha encantado el cuento,
A veces somos demasiado crueles con quien no se adapta a nuestro concepto de la estética y " apedreamos" y dejamos olvidados a los demás que no se ajustan a lo que todos ven,un niño con sindrome de Daw , no se si se escribe asi, un ciego , un sordomudo, un niño con deformaciones.... son automaticamente mirados como " bichos raros" por los demas niños que son los mas crueles,
¡Que de sentimientos y de sensaciones se pierden muchas veces en el camino
te mando un beso

Ángela dijo...

Estaba esperando, como agua de mayo, un final feliz...
Sin duda están perfectamente plasmados el desprecio y la violencia humana hacia aquello que consideramos inferior.
Enhorabuena, chaval.
Un besito, Acus, pasa buen día.

alida dijo...

Que belleza de cuento, nos enseña tantas cosas, aceptar al otro tal como es
Un abrazo de mirada

Isabel Barceló Chico dijo...

Un cuento doloroso para mostrar la crueldad del ser humano también como reflejo de la crueldad de la naturaleza pero más culpable. Me ha hecho sufrir desde el principio. Y sin embargo, debía ser escrito. Gracias por hacerlo y besos, querido amigo.

Anónimo dijo...

Joooooooooooo, que bonitoooooooooo. Me dejas de pasta de boniato y un nudazo en la garganta que creo ma va a acompañar toda la mañana.
Muchas gracias por estos relatos tan especiales.
Un besazo

Perovsquita dijo...

Justo cuando mas extasiada estaba con la historia, coges y nos matas la cigüeña, tornándose la oscuridad sobre la claridad que habitaba.

Joooooooooooooo!

Javier dijo...

Tan bello... tan triste... tan cruel.

¡¡Con lo que me gustan a mi las cigüeñas!!.

Un abrazo, talento.

RocanLoveR dijo...

Ay si, yo esperaba un final feliz tambien, a pesar del aviso de que habia sido apedreada,ya me estaba encariñando con ella, nos has dejado boquiabiertos con el final.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

¡Precioso,o más! No tengo letras para expresar todo lo que deseo. Me gusta tanto que voy a leerselo a todo el mundo y claro presumiré de que las "palabras" te las hemos sugerido nosotras, aunque el mérito siempre será tuyo. Yo estaré muy orgullosa de contarte entre mis amigos y maestros. Tú sensibilidad para tratar a las personas "diferentes" está tan bien reflejada que no hay palabras.Javier las cigueñas también son mis animales preferidos y Javi lo sabe, por cierto el jueves te enseñaré las mias, si es que quieren vernos y estan en su nido. Un besito

Anónimo dijo...

Tan triste como la realidad que nos sacude.
Muy hermoso relato.
Besos.
Morgana

María Elisa Quiaro dijo...

tu eres un cuentacuentos maravilloso...cuando publiques me compro la colección. te abrazo amigo

Alyxandria Faderland dijo...

Hola! Ando visitando al elenco de Isabel Romana y veo que ahora te queda mucho tiempo para tu funcion de jefe de expedicion.... Te sobra el tiempo para planificar.

Tanhäuser dijo...

Leí tu relato el otro día y me dio qué pensar.
La humanidad, la crueldad, el desprecio, la compasión, la lealtad...

Un gran trabajo, amigo.

Anónimo dijo...

Ay,Acus que histotoria más tierna y cruel...
como la vida misma.
Aí anda el ser humano, a la deriva.
Un abrazo.
P.D.: Espero hayas recibido el E-mail que te mandé jajajaja.

Acus dijo...

Fredilla, los más crueles son los que en verdad sufren mayor deformación en sus cerebros. Bienvenida a mi blog.

Angelusa, y eso que al principio del relato, advertía lo que iba a pasar (me inspiré en Crónicas de una muerte anunciada, de García Márquez). Besos.

Alida, aceptar al otro tal cual es, es no poner trabas al amor. Un abrazo-picotazo.

Isabel Romana, yo sufrí desde que la idea surgió en mi cabeza. Y fue tarde para echarme atrás. Un abrazo, amiga.

Golifre, ¿te dejo de pasta de boniato? Tú y tus expresiones, siempre tan divertidas, que chocan con este relato. Muakis.

Perovsquita, no siempre será oscuridad, con tu forma de vivir la vida, pon claridad allá donde vayas. Besis.

Javier, en breve veré las dos cigüeñas que viven al lado de mi amiga Anduría...

Rocanlover, a veces los finales más bonitos no son los que más trasmiten. Besis.

Anduría, qué vas a decir, si tú, con tus cinco palabras has sido partícipe del origen del relato... Besitos.

Morgana, ojalá este relato sonara a ficción. Lástima que este tipo de comportamientos sean algo tan habitual. Un abrazo.

Ontokita, gracias, pero más bien "escribe-relatos", porque con lo olvidadizo que soy... El día que registre mis relatos, te mando una muestra.

Lady Zurikat, para planificar mis estudios sí, porque el tiempo para escribir se ha reducido considerablemente. Te doy la bienvenida a mi blog.

Tanhäuser, un gran trabajo a costa de unas imágenes que no cesan de repetirse, el desprecio, la violencia, la estupidez humana. Un fortísimo abrazo.

Susy, a la deriva es por donde vamos, sí. ¿Encontraremos algún sitio donde anclarnos sin hacer daño a nadie? Gracias por tu e-mail, me llegó, me llegó, pero ahora no tengo tiempo para hacerlo hasta que vuelva de Londres. Me hizo mucha ilusión. Gracias de nuevo.

GAVIOTA dijo...

GRACIAS ACUS!!!
MUY LINDO PERO ME LLENO DE NOSTALGIA, QUE TRAGICO, QUE MARAVILLOSOS LOS LAZOS DE AMISTAD. GRACIAS NUEVAMENTE.... BESITOS

Acus dijo...

Gracias a ti, Brisa Marina por haber participado. Sin tus palabras no se hubiera creado este relato, para que veas la importancia de tu presencia. Un besote.