martes, 14 de junio de 2005

Entrada en el jardín

La poesía es el sentimiento que le sobra al corazón y te sale por la mano (Carmen Conde)

Ya se terminó la feria del libro, y con ella, mis entretenidas mañanas de cómodo trabajo. Me he comprado dos libros de poemas. Hacía mucho que no leía ninguno de este género, y como me hacían más descuento, por estar trabajando allí, pues ni me lo he pensado. Uno de los libros, lo ha escrito el que fue mi monitor de ocio y tiempo libre, cuando yo era más pequeño (11-12 años). Y está dedicado, por supuesto. Escribe en verso libre, qué maravilla. Aquí os dejo con un poema hiperbreve titulado "Entrada en el jardín":

"Me gustaba tanto entrar al jardín
que tenía miedo de pisar las flores".

"Amando nubes", de Francisco Cenamor.

jueves, 9 de junio de 2005

Hora de vacunarse

Se advierte: Las Autoridades Sanitarias pueden ser perjudiciales para la salud (Ana López)

Me voy a vacunar. Ojalá existiese una vacuna eficaz para poder erradicar de una vez por todas la intolerancia y la hipocresía. Pero eso es tan sólo una utopía. Estoy pensando ahora mismo, qué vacunas inventaría, contra qué me gustaría luchar de forma más inmediata, en el entorno en el que me muevo. A parte de las dos mencionadas, también me sometería a otros pinchazos con tal de ver que la mala educación se va reduciendo, que la violencia a la primera de cambio se va olvidando, que la traición se convierte en un mito.

Me voy a vacunar. Y la vacuna que me van a inyectar es real y efectiva (o eso espero). Me voy de campamento este verano, y después de lo que le está pasando a una amiga de mi madre, hemos llegado a la conclusión de que sería recomendable ahora, ponerme dicha inyección letal. Letal para los virus, claro. Mejor ahora que no de mayor, porque se pasa peor y es más perjudicial. Seguro que ya sabéis de que se trata: de la vacuna contra la varicela. La amiga de mi madre las está pasando canutas, y yo no quisiera pasar por eso. Si me pongo a mirar mi historial de enfermedades, casi no escribiría nada. Sólo tuve de pequeño principio de paperas, y sobre los once o doce años, meningitis, pero de la buena. Nada más. Ni siquiera he pasado por la experiencia de la gripe. A veces algún resfriado, pero no llega a más. Y a veces, de pequeño, como a todos os habrá ocurrido, episodios de fiebre. (Lo que no me ocurre con la gripe, me sucede con los esguinces y torceduras).

Antes de julio, ya me habré vacunado, ya tendré a mis anticuerpos preparados para el ataque. Y eso que he estado en contacto muchas veces con personas con la varicela, pero se ve que los virus no me quieren, jo, se parecen a los mosquitos, que tampoco me pican, jo, no les parezco interesante..., ¡¡no me ajuntan!! En fin, es hora de hablar con mis amigas las arañas para que se encarguen de mis pequeños "no-amiguitos-voladores".

viernes, 3 de junio de 2005

Historias para no dormir

Reconozco que muchas de mis bromas son muy idiotas. Admito mi parte de culpa en el proceso de idiotización del país (Jim Carrey)

04:51 horas de la madrugada. Me hallaba durmiendo en mi camita tranquilamente, creyendo que el sueño era el protector de mis noches, confiando que el inconsciente me otorgase la inmortalidad, pero algo desestabilizó mi sedado estado al que me estaban sometiendo las nocturnas imágenes encerradas en mi mente: la puerta se abrió.

Si algo me caracteriza, es que duermo con la puerta cerrada. Me gusta. Me da seguridad. Me alerta. Me aisla. De pequeño dormía con la puerta abierta, y una vez me desperté, abrí los ojos en dirección al espacio reducido del pasillo que podía ver, y por un instante, pude vislumbrar cómo un forma blanca, a modo de vestido de cola, se adentraba por el pasillo hasta que dejó de ser perceptible por mí. No daba crédito a mis ojos. Mis padres, estaban en su cama, al igual que mi hermana en la suya. Yo, tampoco podía ser esa forma blanca, porque también estaba en mi cama. Nadie más había en casa.

Lo primero que hice la mañana siguiente, fue contárselo a mi hermana. Me dijo que no le tenía que tener miedo, ya que seguramente era mi ángel de la guarda que me estaba protegiendo. A partir de entonces, comencé a cerrar la puerta porque tenía miedo. Para que mi ángel de la guarda me protegiera desde fuera. Actualmente, cierro la puerta por dos motivos: el primero, porque tengo, al igual que mi vecina de stand, de la feria del libro un don, llamado (no voy a decir el "resplandor" porque ya tiene el copyright) el "depiertador" (que no es lo mismo que despertador, un artilugio que sirve para que suene a la hora programada). El "despiertador" consiste en que, cuando alguien abre la puerta de la habitación en la que estoy durmiendo, mi cuerpo se desvela automáticamente. Y eso me gusta. Hace que no me sienta vulnerable. El segundo motivo por el que cierro la puerta, es para que mi ángel de la guarda no salga de la habitación, y me cuide desde dentro (aunque yo sé que puede ir a cualquier sitio por muchas barreras físicas que existan).

Entonces, la puerta se abrió. Y yo, me desperté. Una figura, se empezó a alejar del umbral de la puerta a medida que más se aproximaba a mí. Instantáneamente, me di cuenta de que ya no había vuelta atrás. Que no estaba soñando. Que tenía que hacer algo inmediatamente. Me incorporé, y percibiendo que aquel ser me llamaba por mi nombre de una forma que no estaba acostumbrado a oír, supe, cuando me vino la consciencia de que estaba en el mundo real, que tenía que llevar a esta personita engendradora de mi futura hermana, a urgencias.

Mi madre se quedó en casa, mientras la persona que se preparaba para una experiencia ya vivida unos años atrás, rezaba todo lo que sabía por llegar pronto al hospital. Nada más llegar, un enfermero salió al paso con una silla de ruedas, y enseguida, los dolores se empezaron a difuminar por el pasillo mientras la figura se iba haciendo cada vez más pequeñita hasta desaparecer (no por la longitud del pasillo, sino porque doblaron una esquina). De vez en cuando llamaba a mi madre a casa, para contarle las nuevas. Al fin, me dejaron entrar a la sala donde se recuperaba la exhausta personita. Pero allí no estaba mi futura hermanita. Aún no había dado a luz.

Algo que sí sé, es el nombre que le va a poner mi padre a mi hermana menor: Sucia Pécora. Como pueden leer, es un nombre compuesto. Mi hermana mayor la llamará cariñosamente Pécora, pero mi padre le llamará simplemente Sucia. El día que mi padre expulse la piedra del riñón, la bautizaremos. Tendré una hermana mandarina, porque es una "china". Ya mi hermana parió hace relativamente poco, un sobrino mío llamado Armagedon, pero en la familia le llamábamos Arma. Se quiso independizar y su afán por ser el mejor marinero, le hizo surcar las tuberías más siniestras y peligrosas.

En fin, mi papichu ya nos dirá cuando tendrá a la pequeña Sucia Pécora. Mientras tanto, necesita reposo y descanso. La verdad, me da rabia que mi padre vaya a ser de nuevo padre, que vaya a parir, y no le concedan días libres.

miércoles, 1 de junio de 2005

Sonatina

¬
La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso olvidada se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

-¡Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor!

"Sonatina", de Rubén Darío