martes, 11 de septiembre de 2007

El mayor espectáculo del mundo

El mayor espectáculo es un hombre esforzado luchando contra la adversidad; pero hay otro aún más grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda (Oliver Goldsmith)

"¡Señores y señoras! ¡Niños y niñas! ¡Dentro de poco, llegará el mayor espectáculo jamás soñado!"

Los murmullos de los "lugareños" empezaron a ser sustituidos por risas de incredulidad y miradas curiosas que dudaban de que eso fuera posible, pero sin atreverse a marchar de allí.

"¡Serán dos horas inolvidables!" - continuó el hombre envuelto en una negra y gruesa capa de piel de ante- "¡Escucharéis las mejores canciones, oiréis los mejores cuentos, seréis testigos de la mejor magia, y todo ello, para un fin benéfico! ¿No es estupendo, ahora que se acerca la Navidad?"

Las palabras de aquel curioso personaje, fluían como si toda la vida hubiera estado haciendo eso, y el populacho empezó a embelesarse por todo lo que decía. Habiendo captado la atención de la mayoría, elevó la voz en ciertos puntos de su discurso para enfatizar, y susurró otras palabras para adornarlo con un halo de misterio.

"..., y lo mejor de todo" - continuó diciendo ese extraño personaje - "no hay que pagar por entrar, tan solo..., disfruten..., déjense llevar..."

Todo el pueblo rompió en aplausos al término de la última palabra. Todo el pueblo, menos una niña que estaba castigada en casa por haber desobedecido a sus padres. Ella estaba encerrada en casa, limpiando los suelos, ordenando los papeles, y preparando la comida para cuando llegasen sus padres. Y para eso, quedaban, exáctamente, dos horas...

La luz, dentro de la carpa era débil, llenando la concurrida sala con un halo de misterio. En el centro de la estancia, un pequeño escenario y en él, de pie, el extraño hombre esperaba paciente a que la última de las personas entrara. No le hizo falta pedir silencio. El silencio, era lo único que se podía oír.

El exterior de la majestuosa carpa, estaba llena de colores, todo lo contrario del interior, pero eso, la niña no lo sabía, y veía la carpa con unos ojos llenos de ilusión. No se había encontrado a nadie por las calles, las tiendas estaban cerradas, las calles vacías..., o mejor dicho, estaban desiertas. El único ruído que ella podía oír, era el de sus pisadas y su acelerada respiración por los nervios de haberse escapado de su casa y estar llendo a ver el espectáculo de forma clandestina.

Los aplausos rugieron para dar la bienvenida al cuenta-cuentos, aplausos que cesaron al instante cuando un fauno se presentó ante ellos. Entre perplejos y atemorizados, incrédulos y dubitativos, bastó la primera de las frases del fauno, para que cada uno se dejara envolver en sus palabras sin vía de escape. El cuenta-cuentos narró un cuento que cada uno lo escuchaba a su manera y en cada uno se iba originando un sentimiento de ira, envidia, egoísmo, celos..., pero todos los sentimientos eran negativos y éstos iban creciendo sin parar...

La segunda actuación corrió a cargo de la cantante. Antes de salir a escena, entre bastidores, empezó a cantar. El dulce sonido que salía de su garganta hipnotizaba a cuantos estaban escuchando. Al dejarse ver, todos vieron a una sirena. Tarde. Ya estaban atrapados.

La pequeña Sónidra, al llegar a la carpa, fue consciente de que no había nadie que vigilara la entrada, así que, con decisión, atravesó el largo pasillo hasta desembocar en la última fila de asientos y sus pupilas se dilataron por lo que estaba viendo en el escenario.

De las sombras, surgió un unicornio gris, el mentalista, el cual, mientras la sirena cantaba, iba absorviendo cada pensamiento positivo, cada recuerdo alegre del populacho.

Y se oyó un grito: el de la niña.

El mentalista rompió su concentración, la sirena se quedó muda, y cuando el fauno apareció para contarle un cuento, nada malo había dentro de Sónidra para que surgiera de ella. Y los tres se arrodillaron ante la pequeña. Se había roto el hechizo que el pregonero mantenía sobre ellos, y que sólo lo podía romper alquien que creyera realmente en estos personajes y les estuviera viendo a los tres juntos.

Sónidra era la única que seguía creyendo en esos personajes, ya que leía a escondidas "libros prohibidos" según la sociedad, y gracias a ello, la sirena, el fauno y el unicornio volvieron a ser conscientes de sí mismos. El pregonero, que resultó ser una polilla gigante, logró escapar, mientras no dejaba de maldecir a la niña.

Desde entonces, se volvieron a permitir los libros prohibidos, llenos de magia y fantasía. Aun así, a la niña no se le levantó el castigo...

"El mayor espectáculo del mundo", de Acus.

Dedicado A Las Niñas De Tanhäuser, Sonia y Sandra.

9 comentarios:

alida dijo...

Bienvenido, me hipnotizo este relato, eres genial
Aplausos (Plaf Plaf) llegaste renovado
Un abrazo

Perovsquita dijo...

Me ha encantado volver a leerte. El fauno tambien consiguió hipnotizarme a mí.
Menos mal que llegó la niña...

Saludos!

Anónimo dijo...

Magistral, como siempre.
Me encanta cómo escribes, ya lo sabes. En este has estado superior.
Muchas gracias
Un beso

Anónimo dijo...

Muy bonito, en serio. Pero... (siempre hay un pero), hay ciertas preposiciones que no acompañan del todo.
Además, podrías alargarlo...
En fin, que me ha gustado, pese a mi "deformación profesional".
Amurrutxus

Isabel Barceló Chico dijo...

Delicioso cuento, acus. Casi envidio por él a Sonia y Sandra. Besotes.

María Elisa Quiaro dijo...

que hermoso, y qué gesto. te tedo un abrazote

Acus dijo...

Alida, sí, llegué con las pilas puestas, pero con poco tiempo para pararme a escribir... Un abrazote.

Perovsquita, cómo me gusta la inocencia de los niños..., sin ellos, ¿qué quedaría del mundo?

Golifre, tus palabras me llegan muy adentro... (quizá porque tú tienes una niña en tu interior...) Un beso enorme.

Anónimo, mira que yo soy exigente con la gramática, y releyendo el texto no encuentro preposiciones en un lugar inapropiado. En cuanto a poder alargarlo, sí, la verdad es que el final ha llegado con rapidez y podría haber jugado algo más con los personajes, pero salió así. Un saludo y gracias por tu comentario.

Isabel Romana, amiga, con tus relatos eres capaz de hacer que nos introduzcamos en un mundo maravilloso. Un abrazo grande.

Ontokita, es que las hijas de Tanhäuser se lo merecen, por tener un padre tan bueno como él. Un besote.

Tanhäuser dijo...

Hola señor Acus, somos Sonia y Sandra y le queremos dar las gracias por este cuento tan bonito que nos ha dedicado.
Yo (Sonia) lo he imprimido, me lo he llevado a clase para que lo vieran mis amigos y me han preguntado que quién me lo había escrito. Les he dicho que un amigo de mi padre.
Muchas gracias.

Sonia y Sandra

P.D. de Tanhäuser: Amigo Acus, me he permitido corregir las faltas de ortografía de su comentario para no causarle daños irreparables a tu retina, jejeje.
Gracias de nuevo.

Acus dijo...

Pues amigo Tanhäuser, como maestro de primaria que soy, no me hubiera supuesto ninguna anomalía para mi vista leer lo escrito por tus niñas. Simplemente, me hubiera derretido (más de lo que ya lo estoy).

Un abrazo.